Chilanga quedada y otras frases célebres

A veces la gente me pregunta qué tan seguido voy a Mazatlán y casi siempre contesto lo mismo: “iba muchísimo –hasta 12 veces al año– hasta que dejé de hacerlo”. ¿Poooor? OK. Aquí las crudas razones.

A falta de novio, fui a la boda de una de mis mejores amigas, repito: ¡mejores amigas!, sola. Fue caótico porque además un día antes choqué (me chocaron, mejor dicho), pero bueno, llegué a la misa y a la mega fiesta, que era lo importante. A los meses, platicando del tema de las bodas y demás, esta amiga me dijo que me había sentado con pura gente random –que a duras penas conocía– porque, como no llevaba pareja, le eché a perder el sitting chart. OMG! ¿Es en serio? Minutos después le llamé a mi papá llorando y me dijo que ni modo, que lo aceptara, que quizá era cierto (ese es mi papá, directo como una flecha); que mejor a la próxima me adelantara y pidiera que me sentaran en “la mesa de las quedadas”. Mmmhhh. Esa idea no me gusta, matarilerilero.

Meses después ya tenía novio pero no me acompañó a un bautizó que tenía yo del bebé de una amiga. Ir sola a los eventos nunca me ha detenido, así que me rifé y me lancé a Mazatlán en pleno verano, con un calor de 40 grados, dispuesta a disfrutar del evento. El problema es que fue al aire libre y a mí me traicionaron las hormonas. Me quejé bastante más de lo común y peor porque los mosquitos me acabaron y a una amiga se le cayó el agua de jamaica en mi vestido nuevo… y blanco. Así que, acepto, no fui la persona más sonriente ese día, pero nunca me imaginé que otra “amiga” me iba a soltar un comentario tan macabro como: “¡Ay, ya! Estás actuando como la típica chilanga quedada”. ¡Auch! Esa sí me dolió. Lo bueno era que tenía novio, lo malo fue la saña en la frase y que la amistad, al cabo de varios años de no vernos, se perdió.

De estos comentarios les podría contar un par más, pero al final del día lo que les quiero compartir no es el daño que me hicieron cuando me los dijeron, sino que pasado el tiempo he entendido que “lo que te choca, te checa”. Es decir, quizá la primera que creía que ya se le había ido el tren era yo, entonces me tocaba cambiar ese pensamiento, porque era lo que la vida me estaba reforzando. Así de importante es elegir dónde ponemos nuestra atención.

He aprendido a base de muchos comentarios hirientes (estos no son nada comparado con el último que se soltó mi última ex jefa), que Dios “se agarra” de las personas para mandarnos mensajes. Esto no quiere decir que Dios me tenga en un concepto de chilanga quedada o que le echo a perder el sitting chart terrestre (o que como me visto es una mentada de madre personal), pero sí que debía cambiar mi percepción de la soltería y del no haberme casado “cuando tenía que”.

Hoy, luego de bastantes lágrimas, les puedo decir que ese dicho de “más vale sola que mal acompañada” es muy cierto y sabio. Y que a mucha honra (aunque se oiga medio María Mercedes), prefiero casarme por amor a por necesidad. He optado por vivir y disfrutar mi vida al lado de gente que me quiere y no por sentarme y deprimirme al ver qué rápido va el reloj biológico. Nosotros elegimos qué lentes ponernos, con qué actitud vivir la vida.

¡Claro que me quiero casar! Pero el Príncipe Azul llega cuando tiene que llegar. Y si es para nosotros, es para nosotros. ¿Entonces por qué preocuparnos? Mientras trabajemos incansablemente por ser la mejor versión de nosotras mismas –solas o acompañadas– estaremos creciendo y transformándonos, que es a lo único que venimos al mundo, ¡así que pa’ delante!

pd. vencidos mis traumas, he vuelto a ir seguido a Mazatlán… no 12 veces, pero tres o cuatro. Otra nota importante es que la que era de mis mejores amigas sigue siendo de mis mejores amigas ¡y la adoro! No le guardo rencor a nadie, ¡al contrario! Les agradezco por haberme ayudado a ser mejor y a superar mis traumas. Como dice una frase que me fascina:

«Never be afraid to fall apart… Worry like hell about missing the opportunity to rebuild a better you».

Acerca del autor
𝗠𝗮𝘇𝗮𝘁𝗹𝗲𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗻𝗮𝗰𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼, chilanga de corazón. Después de haber sido editora de sociales, belleza y estilo de vida de las revistas más reconocidas de México, 𝗵𝗼𝘆 𝘀𝗼𝘆 𝗲𝗱𝗶𝘁𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼𝘀, 𝗯𝗹𝗼𝗴𝗴𝗲𝗿 𝘆 𝗽𝗼𝗱𝗰𝗮𝘀𝘁𝗲𝗿 (Entre Brujas y Kabbalah 20/20). Amante del latte, los viajes y los animales, me gusta leer, escribir, bailar, practicar yoga y andar en bici. 𝗗𝗼𝘆 𝗰𝗹𝗮𝘀𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗰𝗼𝗽𝘆𝘄𝗿𝗶𝘁𝗶𝗻𝗴, 𝗿𝗲𝗱𝗲𝘀 𝘀𝗼𝗰𝗶𝗮𝗹𝗲𝘀, 𝗺𝗮𝗿𝗸𝗲𝘁𝗶𝗻𝗴 𝗱𝗶𝗴𝗶𝘁𝗮𝗹 𝗮𝗻𝗱 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝗶𝗻 𝗯𝗲𝘁𝘄𝗲𝗲𝗻. Me declaro fan del hummus, el aguacate y las galletas María. Confieso que muchas veces me caen mejor los perros que las personas, por eso soy voluntaria asociada de la Fundación 𝗟𝗮 𝗦𝗼𝗹𝘂𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝘀 𝗹𝗮 𝗘𝘀𝘁𝗲𝗿𝗶𝗹𝗶𝘇𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻.

2 Comments

  1. Qué maravilla de texto, me sentí sumamente reflejada, yo también he optado por disfrutar, aunque no puedo negar que a veces me da el bajón!

    1. Claro, Sandra. De esos días habrá, pero justo en esos es cuando tenemos que compartir con los demás como locas. También es buen tip ver todo lo que sí tenemos y dar gracias por ello, porque luego nada más nos fijamos en lo que nos falta y no está bien. La clave de la abundancia es ser agradecida. A veces lo que da tristeza es no tener con quién compartir ciertas cosas, por eso nos tenemos que salir de nosotras mismas, porque hay muchísimas personas con las que podemos compartir mil y un cosas. Pero te entiendo, no creas que no. Un abrazo y gracias por leerme 🙂

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