¿Cuál es la clave para comer más sano?
Mucho tiene que ver la planeación. Asegúrate de llevar algo sano al trabajo, tener un mix de nueces en tu escritorio es buena idea; no vayas a la tienda de la esquina cuando tengas hambre o estés cansada porque lo primero que vas a comprar será una dona. Y hazte tiempo. El domingo cocina porciones grandes, divídelas y congélalas. Así siempre tendrás algo bueno a la mano.
¿Qué ingredientes recomiendas eliminar de la cocina?
El primero sería el aceite vegetal, cuando vayas a cocinar sólo utiliza el de coco y oliva, ¡los demás —incluyendo la margarina— tíralos! Tienen omega 6, el cual a largo plazo puede causar inflamación en el cuerpo y provocarte problemas serios, además de incrementar el riesgo de sufrir un infarto. El segundo serían las harinas refinadas: pan blanco, arroz blanco, pasta blanca… Cámbialas por la versión “café” (integral), así obtienes los beneficios de la fibra, las proteínas y los minerales.
¿Algunos consejos para cambiar de hábitos?
Elimina de tajo la comida chatarra, procesada, ¡y dile sí a la comida real! Si una vez que progreses quieres entrar en la tendencia orgánica, está bien, pero no tienes que empezar por ahí, simplemente come alimentos reales. ¿Cómo identificarlos? Bueno, no “contienen” ingredientes, son ingredientes. Y se echan a perder, se pudren, contrario a la comida embolsada, que puede durar en el mismo estado ¡por años! ¿Pooor? A mí eso me hace cuestionarme qué contiene.
¿Comer sano es nunca más probar un chocolate?
¡No! Si por lo general comes bien y un día te acabas una barra de chocolate, te da un “subidón” de azúcar, que luego regresa a su nivel normal; tu cuerpo puede manejarlo, no hay problema. Pero si tu dieta entera gira alrededor de los azúcares, ¡cuidado!, porque suceden muchos cambios negativos en tu cuerpo. Construye tus platillos alrededor de proteína y verduras; si corre, nada o crece en la tierra, cómetelo… si no, no.
¿Qué opinas que es mejor: cambios chiquitos y constantes o abruptos y repentinos?
Definitivamente lo primero. Un buen tip es ese: no te presiones en cambiar tus hábitos de un día para otro porque vas directo al fracaso. Es mejor hacer cambios pequeños, consistentes y constantes, y eventualmente habrás modificado tu estilo de vida. Si de la noche a la mañana cambias todo, vas a ser miserable y más tarde que temprano volverás a los viejos hábitos. La palabra “dieta” significa que eso que comes tiene un final. A la gente no hay que decirle que haga dieta, hay que enseñarla a comer.
En tu libro dice que gran parte de tu acercamiento a la comida fue porque padecías acné. Cuéntame un poco…
Es cierto. Si bien no creo que la comida cause acné, sé con certeza que es una herramienta útil para controlarlo porque en realidad es una infección; la inflamación y la hinchazón eso son, entonces un buen régimen alimentario puede ayudar a reducirla. Obviamente hay demasiadas variables e incluso afecta el sexo de la persona. En los hombres, por ejemplo, el acné adulto está muy asociado al estrés, por los altos niveles de cortisona. En el caso de las mujeres usualmente tiene que ver con las hormonas: estrógenos y testosterona.
¡Te sigo en todas las redes sociales! ¿Cuál es tu opinión sobre ellas?
Tengo sentimientos encontrados. Por un lado me gusta que la gente quiera comer más sano, ¡eso me parece fantástico! Lo que me preocupa es que los medios están usando como embajadores a mucha gente que tiene miles de seguidores, pero que no está preparada. Yo llevo nueve años estudiando, entiendo la ciencia, sé de lo que hablo; los influencers no… Y puedes causar un gran daño dando un consejo equivocado, es mucha responsabilidad, creo que es algo que debería estar más regulado. Lo que es genial es que la gente que nunca imaginó comer sano tenga la oportunidad de conocer más.