Pocas cosas tan placenteras como comer, ¿a poco no? Hace poco fui a La Cervecería de Barrio, frente a la Alameda, ¡y qué cosa! ¡Comí archirrequeterrecontrarrico!
Si el Centro de la CDMX no es tu zona favorita, lo cual se entiende (yo me fui en camión porque me da pánico escénico quedarme atorada en una manifestación), puedes ir a cualquiera de las 19 sucursales que tienen en la zona metropolitana y alrededores. Si vives en Puebla, Querétaro o Aguascalientes también puedes darte una vuelta, y te lo prometo, ¡no te arrepentirás!
El concepto del restaurante es, como su nombre lo dice, de barrio. Desde la decoración y el ambiente hasta la comida: rica, abundante, creativa, con ese toque “hecho en casa” que tanto nos gusta, pero no por eso aburrida, ¡todo lo contrario! El chef Ricardo Martínez, quien lleva en la empresa desde que inició (hace 10 años), ha creado numerosos platillos que combinan a la perfección lo clásico con lo arriesgado.
Lo primero que probamos fueron las tostadas: de atún con poro frito (lo más vendido de todo el menú), de camarón, de marlin en escabeche y de ceviche de pescado. Con gran orgullo te cuento que tanto el marlin como el atún lo traen ¡de Mazatlán! (yo soy de ahí, por eso me emociono, jijiji). El camarón también es sinaloense (proviene de una granja) y el pescado de sierra es originario de Veracruz. Esto es importante ya que influye en el sabor; estamos de acuerdo que no es lo mismo tomar un café de Chiapas que de África o de Colombia. Cada uno tiene su magia. Bueno, pues igual acá. Y otra cosa: al tener trato directo con el proveedor, tienen precios más competitivos, lo cual nos conviene a los comensales.
Luego probamos los camarones crocantes, que en La Cervecería de Barrio dejan marinando 12 horas en adobo, y el aguachile habanero. Personalmente no fui fan de los primeros pero sí muy fan de los segundos; tenían un nivel de picor rrrrico… y con mayonesa, ¡uff!
Nos llevaron entonces las brochetas, que estaban ricas, sólo que a mí el pimiento morrón no me llama, ni verde ni rojo, así que… Cerramos la degustación con un platillo que me sorprendió: la lasaña. Traía camarón, pulpo y pescado, poca pasta, mucha verdura, ¡deli!
Confieso que para estas alturas ya estaba llenísima, pero no sé por qué el postre siempre me cabe… ¡y gracias al cielo! La tarta de higo no tenía abuela, ¡simplemente espectacular! Y al igual que el resto de los postres, está hecho en los hornos de la propia Cervecería.
También muy digna de recomendación es la salsa de la casa, La Orejona, que es de habanero en escabeche a base de jugo de zanahoria. ¡No sabes qué ricura! Libre de conservadores, lo único malo es que no está a la venta, pero ya lo sugerimos y nos prometieron considerarlo.
Otra cosa que me gustó fueron las tostadas porque no son las típicas; aquí sirven de chipotle y jalapeño. Y volvemos a lo mismo: son todos esos ligeros detalles los que hacen de comer en La Cervecería de Barrio una experiencia exquisita.
Si tienes hijos, no, no hay menú para niños, pero todos los platillos se pueden adaptar, así que no temas, los puedes llevar con confianza. En cuanto a los alérgicos, hay muchas opciones de ensaladas, sopas y carnes, o sea que también hay lugar para ellos.
Ya sea para la típica comida “Godínez”, un festejo casual entre semana o una comida familiar el sábado o domingo, La Cervecería de Barrio me parece una excelente opción (el ambiente depende del día, la hora y la zona).
El ticket promedio es de $250-280 pesos, lo cual me parece bastante decente, dada la calidad y la oferta de cervezas que hay, que aunque no lo dije antes, ¡es bastante amplia! Artesanales, claras, oscuras, ya sabes… Yo preferí un clamato natural, pero para todo hay gustos.
Si vas, cuéntame qué pides y cómo te tratan. También lo puedes compartir en redes sociales con el hashtag #saborCerveceria.