Soy una mujer madura con responsabilidades… y me sigo divirtiendo
Por Nelly Potenciano, de The Nelly’s Blog
Recuerdo que cuando era chica pensaba que iba a ser niña por siempre, creía que ese era el rol que desempeñaría toda la vida. Cuando me enteré del error, deseaba crecer. Aunque desde siempre todo el mundo decía que “era muy madura para mi edad”, anhelaba crecer.
Y creo que así vivimos (casi) todos: deseando llegar a la siguiente etapa de nuestra vida, sin saber disfrutar en la que nos encontramos.
Cuando era niña, mi felicidad eran $5 pesos para dulces (en mi tiempo eso era suficiente). Recuerdo que tener un billete me hacía millonaria. Jugaba horas sin darme cuenta que había llegado la hora de la comida. ¿Preocupaciones? Creer que Santa sí cumpliría no traerme juguetes porque mi comportamiento no había sido el mejor. Pero es un hecho que conforme crecemos, crecen también nuestras responsabilidades y preocupaciones.
Tuve mi primer novio en tercero de secundaria. Cuando todo acabó, en serio sentía que el mundo se caía, que mi vida no seguiría (ya sé, qué vergüenza). Se me quitó hasta que entré a la prepa, y por supuesto, había nuevos intereses. Cuando me acuerdo de esto en verdad me río… ¡Qué momentos tan buenos!, hubiera querido disfrutarlos más. Realmente no tenía que preocuparme por nada, sólo de vivir y disfrutar.
Cuando empecé a tener verdaderas responsabilidades (mis hijas, un trabajo, mi matrimonio), entendí lo que era estar preocupada y no poder dormir hasta la 1 de la tarde sin sentir remordimientos (“tengo que levantarme a hacer…”). Entonces me di cuenta qué tontos habían sido todos mis «problemas» anteriores.
APRENDIENDO A SER YO
Muchas veces he sido juzgada por ser “mamá joven”. Hace unos años, la gente creía que aún era una niña inmadura que no podría con la responsabilidad de ser madre porque no sabía hacer nada… y era cierto. Entonces comenzó la prueba más difícil que he superado.
Recuerdo que me preguntaba si comprar algo de Hello Kitty me haría ver como una mamá inmadura. Cuestionaba todas mis actitudes, mi manera de vestir, de hablar. No quería ser “una niña inmadura”; ya tenía una hija y eso me hacía “señora”. Así que me fui negando muchas cosas hasta que me di cuenta que –por supuesto– no era feliz.
Uno no se obliga a “madurar”, son las circunstancias las que te hacen ser más sensata. Es la vida misma la que te muestra otra manera de verla y vivirla. Entonces me di cuenta que lo que estaba haciendo era una estupidez.
Los gustos en la ropa, los accesorios y la manera de hablar no te hacer ser o no una persona madura. Lo hacen tus decisiones, tu manera de actuar ante ciertas situaciones. Y así, casi sin darme cuenta, me convertí en «una persona madura».
Y sí, me compre un reloj de Hello Kitty que me hizo enormemente feliz; la colección de M·A·C tampoco me la perdí, y eso no tiene nada que ver con que pueda o no educar a mis hijas o tomar una decisión acertada. Puedo divertirme, reírme como loca, y nada de eso cambia quién soy.
Simplemente soy una mujer divertida, con más responsabilidades de las que el mundo se imagina, y ese es el punto de la vida: saber ver el lado bueno de TODO.
Ahora agradezco todos los problemas que he afrontado –y superado– porque me hacen saber que el mundo sigue, que nada es imposible, que la vida es para jugar y divertirse… Nadie está exento de responsabilidades, la vida se sentiría vacía sin ellas, pero recuerden: LO IMPORTANTE ES DIVERTIRSE. De repente es bueno volver a ser niños, eso no le hace daño a nadie.
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