Congelar óvulos, esa es la cuestión (a los 36 años, sin perro que te ladre)

Cumplí 35 años siendo la reina del desapego. Literal todo se me resbalaba; el qué dirán me importaba poco. Pero en julio 13, conforme apagaba mis velitas, sentí envejecer cada uno de mis 219 huesos (¿te acuerdas de la canción de Litzy?).

Ahora bien, previo al tema principal de este post –congelar óvulos– te quiero contar dos historias que sucedieron hace ya tiempo, aprox tres, cuatro años.

Hablé con mi amiga Lucía (ya sabes que cambio los nombres reales porque #privacidad) y me dijo que, de regalo por sus 37 años, había congelado sus óvulos. El ex novio le patrocinó el tratamiento (porque #caritativo) que en aquel entonces costó $100,000 pesos en el Hospital Español.

Cuando colgué el teléfono le comenté a mi hermano: “Ah, qué mi amiga. Congela sus óvulos como forma de controlar su vida, lo cual es una falacia. Porque al final del día ‘matrimonio, hijos y mortaja del cielo bajan’, ¿o no? Pero bueno, cada quien que haga lo que le haga feliz”. Como no te quiero dejar con la duda: es la fecha que no los ocupa (soy de Sinaloa, así que puedo usar ese verbo a mi libre albedrío).

Al poco tiempo me llamó otra amiga para decirme que estaba súper ilusionada porque en dos semanas iría a Nueva York “a que le metieran al bebé”, o sea, a que le hicieran un in-vitro. Cuando colgué le comenté nuevamente a mi hermano (porque #miconfesor): “Me encantó su seguridad, neta WOW… Haz de cuenta que estaba hablando con Dios y que me contó sus planes. Ojalá se le haga porque si no qué feo”. Como no te quiero dejar con la duda: no, mi amiga lleva 3 intentos y no le ha pegado ninguno.

¿Cómo se llamó la obra? “Yo tengo el control de mi vida. Quiero tener la seguridad de que seré madre cuando yo quiera”. Y pues ya vimos que no, ¿verdad?

Ahora bien, como buena estudiante de Kabbalah, soy una fiel creyente de los mensajes que el universos nos manda todos los días. Lo que es más, a veces hasta pido señales ¡¡y la vida –Dios– me las manda!! Quizá pienses que estoy loca, no importa, ese no es el punto. La cuestión es que yo creo en los mensajes y en cuanto cumplí 36 empecé a recibir uno solo, repetidamente: ¡CONGELA TUS ÓVULOS PORQUE #VIEJA!

Primer mensajero: el doctor Sam Najmabadi, eminencia en temas de fertilización. Fui a Punta Mita a la inauguración de su hospital y me lo recomendó ampliamente, pues después de los 35 años la producción de óvulos decrece dramáticamente.

Segunda mensajera: una amiga que llora por las esquinas porque, a pesar de los cuatro tratamientos que lleva, cuando le extraen los óvulos no hay uno que sirva para fecundarlo.

Tercera mensajera: una chica súper exitosa y linda que recién entrevisté, quien después de 18 intentos optó por la opción del vientre subrogado. “Congela AHORITA”, me dijo, “yo hubiera querido que alguien me lo sugiriera cuando tenía tu edad”.

Cuarta mensajera: ¡mi terapeuta! Ella tiene 41, está soltera y está en la misma disyuntiva que yo. Su duda es: ¿valdrá la pena pasados los 40?, ¿producirá óvulos que valgan la pena ser congelados?

Quinta mensajera: ¡¡Eva Longoria!! (irrisorio, lo sé, pero es real). Leí en el periódico que la razón por la que logró embarazarse a los 42 años es porque tuvo la visión de congelar sus óvulos cuando era más joven, pues no podía/quería tener hijos debido al éxito que estaba teniendo con Desperate Housewives.

Sexta mensajera: esto ya fue el colmo. En una cena me tocó junto a una chava de Los Mochis, también de 36 años y soltera. Cuando le platico de la bola de señales congeladoras, me interrumpe y me dice: “Yo ya estoy con las inyecciones, en enero me los congelo en el ABC de Santa Fe. Te paso los datos de mi doctor si quieres, ¡es buenísimo! Yo voy a pagar $160,000 pesos, ¡lo bueno que tenemos el dinero”. Uy, sí, ¡lo bueno!

No sé si tú habrías hecho lo mismo que yo, pero tomé el teléfono, le llamé a mi papá y le dije que si se podía poner guapo con $100,000 pesitos para que su hija le pudiera garantizar nietos en un futuro (Dios mediante) no muy lejano. Mi padre, alcahuete como es, me dijo que sí.

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Acerca del autor
𝗠𝗮𝘇𝗮𝘁𝗹𝗲𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗻𝗮𝗰𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼, chilanga de corazón. Después de haber sido editora de sociales, belleza y estilo de vida de las revistas más reconocidas de México, 𝗵𝗼𝘆 𝘀𝗼𝘆 𝗲𝗱𝗶𝘁𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼𝘀, 𝗯𝗹𝗼𝗴𝗴𝗲𝗿 𝘆 𝗽𝗼𝗱𝗰𝗮𝘀𝘁𝗲𝗿 (Entre Brujas y Kabbalah 20/20). Amante del latte, los viajes y los animales, me gusta leer, escribir, bailar, practicar yoga y andar en bici. 𝗗𝗼𝘆 𝗰𝗹𝗮𝘀𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗰𝗼𝗽𝘆𝘄𝗿𝗶𝘁𝗶𝗻𝗴, 𝗿𝗲𝗱𝗲𝘀 𝘀𝗼𝗰𝗶𝗮𝗹𝗲𝘀, 𝗺𝗮𝗿𝗸𝗲𝘁𝗶𝗻𝗴 𝗱𝗶𝗴𝗶𝘁𝗮𝗹 𝗮𝗻𝗱 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝗶𝗻 𝗯𝗲𝘁𝘄𝗲𝗲𝗻. Me declaro fan del hummus, el aguacate y las galletas María. Confieso que muchas veces me caen mejor los perros que las personas, por eso soy voluntaria asociada de la Fundación 𝗟𝗮 𝗦𝗼𝗹𝘂𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝘀 𝗹𝗮 𝗘𝘀𝘁𝗲𝗿𝗶𝗹𝗶𝘇𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻.

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